El hombre en el castillo

Hace tiempo había hablado con mi amigo Alejandro de Valentin de hacer colaboraciones mutuas en nuestros respectivos blogs. Finalmente, por diversos problemas, no pudimos concretarlo. ¡A ver en el futuro! Pero el otro día mencioné las victorias electorales de Hitler en una entrada sobre Galactica, y me acordé de las ucronías, uno de los temas favoritos de Alejandro, y de El hombre en el castillo de Philip K. Dick.

Dick es uno de mis autores favoritos. Ya hablé de varias de sus obras. Ubik, Los tres estigmas de Palmer Eldritch o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela en la está basada Blade Runner.

El hombre en el castillo es uno de sus trabajos más notables. Hace unos años Amazon creó una serie que estira el argumento del libro —ya van por la tercera temporada—, aunque yo comencé a verla y no logró atraparme.

La premisa es muy simple. El Eje ganó la Segunda Guerra Mundial.

Una alternativa a 1945

Corre el año 1962. Alemania y Japón se repartieron el mundo en dos áreas de influencia y ahora hay una especie de guerra fría entre ambas potencias. De antiguos aliados, las fricciones entre nipones y nazis no dejan de crecer. 

Los EEUU fueron divididos en cuatro partes. La zona del Atlántico, dominada por Alemania y la zona del Pacífico, dominada por Japón. Entre ambas regiones existen unos Estados centrales, en torno a las Montañas Rocosas, teóricamente independientes. También existe una resucitada Confederación sudista (por supuesto de nuevo con la esclavitud legalizada. Curiosamente la serie de Amazon omitió la existencia de este Estado).

Los distintos personajes del libro convergen entorno al «hombre en el castillo», Hawthorne Abendsen (álter ego del propio Dick). Abendsen ha escrito el libro La langosta se ha posado, una ucronía prohibida por los nazis, que relata una victoria de los Aliados frente al Eje.

La ucronía dentro de El hombre en el castillo

¿Y si nuestra vida no fuera otra cosa que las páginas de una novela? Philip K. Dick nos propone una pregunta parecida.

El hombre en el castillo es una ucronía. En un punto del pasado la historia se ha desviado del rumbo que conocemos generando una realidad completamente distinta. En este caso, el Eje ganó la Segunda Guerra Mundial porque Roosevelt fue asesinado. Entonces EEUU no aplicó nunca el New Deal y se dejó llevar por una política aislacionista que facilitó la victoria germana.

Tiene una cierta similitud con la línea argumental escrita por Harlan Ellison en su guión de La ciudad al fin de la eternidad, el capítulo de Star Trek. La tripulación del Enterprise ha alterado la línea del tiempo salvando la vida de una mujer activista del pacifismo. Si esta mujer no muere, los nazis ganarán la guerra porque EEUU no se involucrará a tiempo en el conflicto.

Pero la genialidad de Dick le lleva a narrar, dentro del libro, otro libro que relata una tercera historia paralela. En el libro escrito por «el hombre en el castillo», La langosta se ha posado, Roosevelt no fue asesinado, pero tampoco fue reelegido en 1940. Su sucesor se anticipó a Pearl Harbor ayudando al Reino Unido a ganar la guerra.

Pero ¿por qué tres historias paralelas? ¿y si fueran infinitas?

Estados del Pacífico en El hombre en el castillo.

Mentalidades modificadas por la historia

Pero antes de abordar las infinitas ucronías posibles, un apunte importantísimo sobre el libro de Dick:

No es sólo que en El hombre en el castillo Dick desarrolle una ucronía histórica muy precisa. Es que las mentalidades de los habitantes de esta sociedad paralela han evolucionado acorde a esa realidad histórica diferenciada.

La influencia del misticismo oriental en la zona de influencia japonesa, por ejemplo, es tremenda. Si el Japón derrotado en 1945 emergió como potencia tecnológica, el Japón victorioso es un imperio anquilosado. Tecnológicamente atrasado e incapaz de serguir el ritmo a los nazis. El uso enfermizo del libro oracular chino I Ching, empleado por el propio Dick como fuente de inspiración, nos dice mucho de la psicología que la victoria ha extendido en el Imperio japonés.

Lo mismo vale para los estadounidenses. De ser un pueblo orgulloso de su indendencia, creativo, emprendedor… a asumir su esclavitud, a dedicarse a realizar copias baratas de un arte ya inexistente… ¡Quién te ha visto y quién te ve! ¿O Dick creía que bajo la arrogancia de la invencibilidad estadounidense hay un pueblo acomplejado? Está claro que años después, la derrota de la Guerra del Vietnam dejaría profundas huellas en la mentalidad colectiva estadounidense.

¿Posibilidades infinitas o determinismo histórico?

Antes comenté la existencia de infinitas posibilidades a la hora de desarrollar una ucronía. Efectivamente. La historia tiene tantas posibles bifurcaciones que podríamos tener infinitas posibilidades. Un resultado diferente en determinados acontecimientos clave podrían haber provocado un giro de los acontecimientos.

Ejemplos en la historia hay muchos. Y no sólo en la Segunda Guerra Mundial. Pero pensemos en este ejemplo. Muchas veces se plantea el dilema: ¿Y si terminamos con la vida del bebé Adolf para evitar que se convierta en el genocida Hitler?

Desgraciadamente la Segunda Guerra Mundial era inevitable. Las corrientes de la historia empujaban en esa dirección, aunque no hubiera existido Hitler. Seguramente otro fascista hubiera ocupado su lugar y aunque sin duda, algunas características de su personalidad influyeron en el ritmo de los acontecimientos, éstos, en lineas generales hubieran sido similares.

Las corrientes de la historia

La clase dominante alemana, económica y política, exigía un desquite de la Primera Guerra Mundial. Buscaban colonias en África, reservas petróliferas en el Caucaso, siempre habían aspirado a dominar el Este de Europa y en el pasado ya habían utilizado a la minoría semita como chivo expiatorio.

Ni siquiera el nazismo fue algo exclusivo de Alemania. En Italia tenemos como precursor al fascismo de Mussolini. Es verdad que cada uno de estos regímenes adoptaban rasgos característicos de cada país, pero eran movimientos políticos muy similares. Movilizar a los pequeños propietarios desesperados por la crisis, ofreciéndoles un enemigo común responsable de sus miserias. Los comunistas, los socialistas, los liberales, los judios, los eslavos… Por cierto, es la misma base electoral de Vox, por ejemplo.

Por supuesto podrían haberse dado variantes. En Alemania pensaban que pondían llegar a un acuerdo con el Reino Unido antes de luchar contra la URSS. Quizás el haber humillado a Francia bloqueó la posibilidad de ese acuerdo. Además, Japón, el aliado de Alemania, aspiraba a conquistar las colonias británicas y francesas de Asia y su guerra contra EEUU por el Pacífico era inevitable…

¿Todos los caminos conducen a Roma?

Alemania sólo podía ganar en una guerra rápida. El tiempo iba en su contra. La URSS tenía una fuente de reservas humanas y de materias primas casi inagotables. EEUU, por su estratégica posición, tenía toda su industria a salvo. Y por su desarrollo tecnológico, contaba con una moderna producción en cadena, inexistente en una más artesanal Alemania. 

Con esto no quiero eludir la importancia del individuo. Y tampoco quiero decir que la historia no puede tener alternativas.

Quizás con Hitler muerto se hubieran salvado millones de judíos, comunistas, homosexuales y gitanos… que no es poco. Pero quizás hubiera surgido otro gerifante fascista capaz de negociar un alto el fuego con el Reino Unido para así centrar su atención en la URSS. O quizás Stalin hubiera sido depuesto por un golpe de Estado, y una guerra civil en la URSS hubiera allanado el camino de los nazis. O ¿qué hubiera pasado si se hubiera desarrollado antes la bomba nuclear? ¿O si la hubieran llegado a descubrir los científicos nazis?

La historia interminable

En La historia interminable, nosotros leemos la historia de Bastian Baltasar Bux que a su vez lee La historia interminable, la historia de Atreyu luchando contra la Nada. Bastian descubrirá que forma parte del libro que está leyendo… Y todo lector, realmente forma parte del libro que lee.

Con El hombre en el castillo pasa lo mismo. Los protagonistas de la ucronía que estamos leyendo, leen a su vez otra ucronía diferente. ¿Somos nosotros las páginas de otro libro, de otra ucronía distinta? ¿Dentro de La langosta se ha posado hay otro libro con otro desarrollo de la Segunda Guerra Mundial? ¿Cuales son las ucronías y cuál es la realidad?

Tú, lector de esta entrada, lamento comunicarte que esta historia que estamos viviendo, que estamos protagonizando, es la real. Pero en los libros podrás encontrarte decenas de alternativas, decenas de «¿y sí…? Pero además, siempre puedes convertirte en autor y describir tu mismo ese escenario paralelo que siempre te hubiera gustado vivir. Si es así, construye algo con coherencia, como hizo Philip K. Dick: Recuerda que nuestra personalidad, nuestras creencias y convicciones, están muy determinadas por el mundo que nos ha tocado vivir. Y si ese mundo fuera diferente, nosotros también lo seríamos (o ni siquiera existiríamos).

¿Y tú qué opinas de todo esto? ¿Has leído El hombre en el castillo? ¿Qué te ha parecido?

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Un comentario en «El hombre en el castillo y las ucronías múltiples»
  1. Gracias por la mención, Juanjo. Una vez mas, nos trasladas desde un manuscrito a cualquier sitio a donde quieras llevarnos, y con buen gusto. ¿Sabes? Adoro las ucronías pero nunca conseguí darle un 10 a ninguna. Quizá sea lo que me incentive a intentar crear una propia. En El hombre en el castillo la premisa me gustó, el worldbuilding social me pareció creíble (aunque me pareció exagerado ver tan sumiso al pueblo estadounidense, con unos valores tan arraigados en la libertad del individuo y una actitud histórica tan territorial). Me faltó una trama más focalizada. Pareciera que tenía más ganas de mostrar el mundo que creó, que de desarrollar una trama equilibrada. Por mí estupendo porque me encanta la especulación histórica, pero entendería al que opinara que es el libro que menos le gusta de Dick. Yo me lo pasé genial. Por otro lado, estoy muy de acuerdo con la valoración que haces sobre el determinismo histórico. Los acontecimientos sociopolíticos suceden casi SIEMPRE por algo profundo, no por la existencia de personas individuales (la elección de Trump como presidente de USA, Lenin y la revolución bolchevique, Franco y la guerra civil española, la victoria de Hitler en unas elecciones, incluso el éxito de la doctrina de Jesucristo, que fue solo posible por el contexto social y político-religioso de su época..) . Sí puede suceder que en situaciones clave una persona o evento pueda adelantar o postergar un acontecimiento con consecuencias globales. Si Roosevelt hubiera sido asesinado… ¿Realmente no hubiera entrado en guerra antes de un año? Probablemente sí, pero a lo mejor ya sería demasiado tarde, y la historia sería otra. Lo que imaginó Dick no estuvo tan lejos de suceder.

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