Estelar, StarsightEstelar, Starsight

Terminada de leer Estelar, la secuela de Escuadrón de Brandon Sanderson, me veo impulsado a cambiar mis planes y escribir sobre este libro. Como toda secuela ¡cuidado! No aconsejo leer este texto sin haber leído la primera novela de la saga. Os recuerdo que en su momento escribí una entrada sobre ella: Escuadrón, hacia el cielo. Valores y sociedad. Antes de nada señalar: la novela es muy, muy entretenida. Se lee con facilidad y del tirón. Por algo Sanderson es un «betsellero», tiene mucho oficio. Sí hay un solución, sobre la que está cimentada prácticamente toda la historia, que, en mi humilde opinión falla más que una escopeta de feria, pero ante el genial universo que se está construyendo ante nuestros ojos… tendré que perdonarla.

Eran luces blancas, como estrellas, pero así como más… conscientes. Decenas de puntitos brillantes malévolos. Al entrar en sus dominios, aunque fuese solo un poco, me volvía visible para ellos.

Spensa describiendo a los zapadores

A quién no puedo perdonar es al responsable de la traducción de los títulos de la saga. Ya con Escuadrón la traducción había sido muy, muy libre… Skyward significa «Hacia las estrellas». En mi opinión un título con mucha más poesía que Escuadrón y que entronca mucho mejor con el contenido de la novela. Con Estelar ha vuelto a pasar lo mismo. Starsight significa «Luces de estrellas». Como vemos en la cita que he seleccionado, esas luces de estrellas son los zapadores, los misteriosos habitantes de Ninguna-Parte.

Quizá, igual que con el primer título se optó por Escuadrón para enfatizar el grupo de pilotos del que la protagonista Spensa forma parte, en este segundo libro, los editores querían remarcar que el grueso del texto transcurre en Visión Estelar, una mega estación espacial de la Supremacía, la mayor potencia galáctica, responsable de contener a los humanos en Detritus.

Visión Estelar

Si en Estelar descubríamos el planeta Detritus, la Fuerza de Defensa Desafiante y los enemigos eran los misteriosos krells, en este segundo volumen la acción se traslada fuera de mundo humano. Sanderson nos presentará a varias especies alienígenas. Las más importantes:

  • los varvax, pequeños cangrejos que habitan dentro de grandiosos exoesqueletos. Una de las cinco especies dominante de la Supremacía, tradicionalmente llamadas krells por los humanos.
  • les diones, importante el artículo inclusivo porque son una especie humanoide pero de sexo neutro y un método de reproducción muy peculiar. Es otra de las especies dominantes de la Supremacía.
  • los UrDail, otra especie humanoide, antiguamente dominada por los humanos y que aspira a entrar en la Supremacía.
  • los kitsen, una especie menuda, similar a los zorros y a los jerbos. Forman parte de la Supremacía pero quieren ascender en su escalafón. También fue dominada por los humanos.
  • las quimeras, una especie gaseosa y transparente, identificada por sus olores. Agentes secretos de la Supremacía.
  • los zapadores, los misteriosos ojos que observan a Spensa desde Ninguna-Parte, cuándo ella usa sus habilidades.

La Fuerza de Defensa Desafiante ha logrado llevar la lucha contra los krells al espacio, más allá de la atmósfera de Detritus, incluso llegando a controlar algunas de las ruinosas plataformas defensivas que rodean el planeta. Este hecho tiene dos consecuencias. Por un lado, ha permitido descubrir a los humanos el verdadero motivo por el que se encontraron con el planeta en ruinas. Por otro lado, se hace evidente que los krells están preparando alguna clase de ofensiva contra los humanos ya que su violencia se ha incrementado y siguen sin responder a las llamadas humanas que piden el cese de la guerra. A los Desafiantes les urge cada vez más conseguir un hipermotor que les permita escapar de Detritus. Y ahí es donde entra en juego Spensa «Peonza».

El fallo

Antes de abordar las ideas y reflexiones más interesantes de la novela, quiero señalar lo que, en mi humilde opinión, supone un problema que resta credibilidad a la historia. Una cierta incongruencia sobre la que se sustenta casi toda la trama de Estelar. Cuando lo leí me chirrió. Y cuando se hacía evidente que este «fallo» era un pilar esencial de la trama me provocó cierto desasosiego. Sólo el ritmo trepidante de la aventura y el interés que despertaba en mí la historia lograron calmar mis nervios.

Y es que en esta secuela Spensa tendrá la misión de infiltrarse en Visión Estelar para conseguir un hipermotor. ¿Pero cómo puede infiltrarse la especie más odiada de la galaxia en una ciudad espacial de una gran potencia alienígena? En una clásica historia de espías contemporánea, una posible solución hubiera sido que nuestra protagonista se hiciera pasar por alguien del otro bando. Con todo, en los detalles está el diablo, como nos muestra Tarantino en Malditos Bastardos: el diferente uso de los dedos que hacen ingleses y alemanes es capaz de desbaratar la más creíble tapadera.

En Estelar M-bot sale al rescate sacándose de la manga un alfiler traductor —esta solución sí me pareció posible— y unos hologramas capaces de camuflar tanto a la nave como a Spensa. La calidad de estos hologramas es tal que Spensa logra hacerse pasar por una UrDail. Lo curioso de estos hologramas es que ¡nadie en toda la Supremacía es capaz de darse cuenta del engaño! Y no olvidemos que la Supremacía, aunque rechaza el uso de inteligencias artificiales, es un desarrollado y próspero Imperio galáctico, ¡con todo lo que tecnológicamente eso implica! Muy forzado me parece, por mucho que Sanderson trate de cuidar los detalles como que nadie toque a M-bot o que Spensa busque comida neutra que no llame la atención.

¿Pero cómo se podría haber resuelto de otra manera? ¿Una compleja manipulación genética reversible lejos de las posibilidades tecnológicas de los humanos de Detritus? No se me ocurre una solución satisfactoria.

La dialéctica del miedo y la incomprensión en Estelar

Spensa y los humanos de Detritus temen y odian a los krells, es decir, a la Supremacía. Los krell les mantienen recluidos en Detritus, viviendo en la miseria. Se niegan incluso a parlamentar con ellos, para buscar una solución pacífica. Y en sus constantes incursiones han matado a muchos amigos y familiares. Así que es normal que Spensa llega a Visión Estelar convencida de que el conjunto de los habitantes de esa base estelar conspiran contra la humanidad. Cualquier gesto de amabilidad, incluso los intentos de emular una sonrisa, son mal interpretados por ella. Nuestra heroína los ve como viles intentos de manipulación, de engaño, zalameras mentiras de una sociedad hipócrita. ¡Cómo pueden hablar de paz cuándo están asesinando a los humanos!

A su vez las especies alienígenas que conforman la Supremacía temen y odian a los humanos. ¡Y tienen motivos! Todo parece indicar que la humanidad forjó un imperio brutal que dominó y esclavizó numerosos planetas. Los propios humanos de Detritus hacen importantes descubrimientos que refuerzan ese punto de vista. A muchos lectores, que sabemos de lo que hemos sido capaces, nos cuadra perfectamente. La Supremacía acusa a los humanos de violentos, de agresivos. Los habitantes de la Supremacía defienden un universo pacífico y, como la propia Spensa descubrirá, la mayoría de los súbditos de la Supremacía se creen y comulgan con ese discurso. Son una democracia, lejos de la oligarquía militar de los Desafiantes. En la Supremacía quieren paz, condenan la violencia, y si cercan a los humanos en «reservas» es porque temen su agresividad y que pueda estallar otra guerra. Véase el origen de las «reservas» indias en EEUU.

En cuanto a los zapadores… una vez más el miedo y la incomprensión hacen acto de presencia.

Estelar, Starsight

El miedo, la desinformación y la democracia

Sanderson lo puede decir más alto, pero no más claro. La incomprensión de lo diferente y el miedo construyen muros que nos enfrentan a unos contra otros. Realmente la inmensa mayoría de la gente, la mayoría del tiempo, no quiere ni guerras, ni violencias de ningún tipo. Pero siempre habrá individuos ambiciosos —como en Estelar— (o movimientos políticos, ideológicos, religiosos… —como demuestra la historia de la humanidad—) dispuestos a capitalizar ese miedo, esa incomprensión, agitarlo e incentivar olas de chauvinismo, de racismo o incluso de xenofobia. Siempre para desviar la atención de las verdaderas soluciones, seguramente menos lucrativas que el odio y el enfrentamiento.

El miedo es necesario, es un mecanismo de autopreservación de los animales. Pero también confunde e impide pensar con claridad. Y, además, el miedo es muy manipulable. Vivimos en una sociedad fundamentada en el miedo. Miedo a lo desconocido, miedo al prójimo, miedo a la muerte, miedo a perder nuestro estatus, nuestras posesiones, nuestros seres queridos… Muchísimas veces nos movemos en base al miedo y la «información» que nos rodea fomenta ese miedo. Realmente es «desinformación» porque no ofrece soluciones y alternativas a los problemas, sino que los desenfoca o los magnifica y manipula, agobiándonos con un lista interminable de obstáculos que parece no tener fin ni solución. Sin ninguna luz al final del túnel, sin esperanza. Basta ver un telediario para darnos cuenta. Esa desesperanza, ese miedo, es incentivado, es potenciado. Es interesado.

El miedo y el odio no son compatibles con una democracia real. Cuando el miedo condiciona nuestras opiniones, nuestras acciones o nuestro voto, lejos de apostar por la reflexión y el raciocinio, triunfa lo más animal, lo más visceral. Aunque se disfrace ese miedo como «orden» y «seguridad». Porque se pregona la necesidad de ese santo «orden» cuando realmente ese «orden» es el miedo al cambio y a la evolución, es el miedo a lo que rompe la uniformidad, o a perder un privilegio o a realizar sacrificios por un bien mayor, global o universal.

Luchar contra los prejuicios

Aún no hemos hablado de Brade. Humana educada dentro de la propia Supremacía. Brade ha asumido el discurso oficial de la Supremacía sobre los seres humanos. Y lo ha interiorizado hasta tal punto, que está convencida de que la humanidad es una especie que merecería no existir, por ser una especie agresiva, traicionera, impulsiva… Así, está al servicio de la Supremacía. El asumir su condición de «humana», convertido en un insulto, una etiqueta peyorativa, un sinónimo de violencia, irracionalidad, le ha marcado, como no podía ser, durante toda su vida.

Y lo más curioso, es que no ha tratado en ningún momento de demostrar a las demás especies alienígenas que están equivocados, que ella es capaz de no ser violenta, ni irracional. Que los humanos como especie son diferentes de les dines o de los varvax, quizá más impulsivos y audaces. Pero esa diferencia podría convertirse en la base de una colaboración en la que todas las especies saldrían ganando aportando cada una sus puntos fuertes y compensando los puntos débiles. La diversidad no es debilidad, es riqueza, flexibilidad, posibilidades…

¡Qué diferente fue Spensa en Escuadrón con respecto al apelativo de «cobarde»! Todo el mundo la condenaba por los actos de su padre, en una sociedad donde ser cobarde era lo peor. Igual que en la Supremacía lo peor es ser un humano. Pero si bien Brade asumió su rol de humano con conformismo, aceptando todos los prejuicios asociados a su condición, Spensa lo dio todo para demostrar que ella no era una cobarde. Dos actitudes muy diferentes ante la vida.

M-bot y a vueltas con la vida

En mi entrada de Escuadrón sólo dediqué unas pocas líneas a M-bot. A parte de ser el alivio cómico, esta inteligencia artificial nos dejó en la primera novela interesantes perlas sobre la psicología humana.

En Estelar M-bot dará el lógico paso que deberá de dar toda inteligencia artificial en similares circunstancias. «¿Estoy vivo?» Es un tema interesante, no tanto por el manido argumento de la ciencia ficción, tantas veces utilizado, de la inteligencia artificial que quiere demostrar su «humanidad». Una inteligencia artificial simple podría estar programada para hacerse esa pregunta, e incluso para responderla afirmativamente. Amazón podría programar a Alexa para que, cuando alguien le preguntara «¿Estás viva?», ella respondiera que sí. Y más aún, podrían programarla para que mejorara su capacidad de interactuar con el usuario y hacerle preguntas, y una de ellas podría ser «¿Estoy viva?» Pero evidentemente estos ejercicios no demuestran que realmente lo está.

¿Pero y si la IA llega a formular esa pregunta sin que haya sido programada directamente para ello? Es decir, una IA que en su desarrollo y evolución llega a un punto en que, de manera espontánea, se hace a sí misma esa pregunta. ¿No sería quizá el llegar a esa reflexión prueba suficiente para demostrar que esa IA tiene más que ver contigo o conmigo que con Alexa, Siri y compañía? Pensemos por un momento que, probablemente, salvo los humanos, ninguna otra forma de vida en la Tierra se ha llegado nunca a preguntarse a si misma si está viva.

Una vez escuché un debate en el que varios científicos discutían sobre qué es la vida. Al parecer se han llegado a reunir cien definiciones diferentes, variando dependiendo del campo de estudio del científico. Aquí tenéis un interesante artículo que trata sobre este tema. ¿Está entonces M-bot vivo? En cualquier caso, por fin descubriremos a qué se debe su obsesión con las setas.

¿Y tú qué opinas de todo esto? ¿Has leído Estelar? ¿Qué te pareció?


cubierta de Estelar

Ficha del libro:

Estelar

  • Escritor: Brandon Sanderson
  • Título original: Starsight
  • Fecha de publicación: 26 de noviembre de 2019
  • En España: Ediciones B, ISBN 9788417347741

Array

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.