La naranja mecánicaLa naranja mecánica

El pecado forma parte del libre albedrío

La naranja mecánica es una de las grandes obras maestras de Stanley Kubrick, genial director. En este blog ya hemos realizado una entrada sobre una de sus películas, 2001: una odisea en el espacio, inspirada en un relato de Arthur C. Clarke. Pero si 2001 coge el relato de Clarke y lo amplía, reformula y transforma; La naranja mecánica de Kubrick es una adaptación bastante más fiel -espectacular eso sí- del libro de Anthony Burgess.

¿Acostumbrados a la violencia?

Es posible que en estas últimas décadas nos hayamos insensibilizado muchísimo a la hora de ver violencia. Hoy es cada vez más sencillo presenciar escenas que antes eran impensables. Pienso, por ejemplo, en lo sencillo que resulta ver muertos reales en la pantalla. En el mejor de los casos nos avisan «las siguientes imágenes pueden dañar su sensibilidad», pero esa sensibilidad cada vez está más acostumbrada a lo peor.

Así que, ciertamente, para un espectador de hoy en día, ver La naranja mecánica puede resultar menos impactante de lo que resultó en su estreno en 1971. En aquel entonces, la película llegó a provocar un efecto «contagio», con pandillas juveniles que asumían conductas similares a las de Alex y sus drugos, y no sólo por el característico atuendo. En cualquier caso, además del tremendo espectáculo visual que la película supone, las reflexiones que están presentes en la cinta siguen teniendo plena vigencia. Incluso puede que más.

La historia de Alex en La naranja mecánica

El escritor, Burgess, cuya mujer embarazada sufrió una violación por parte de unos soldados estadounidenses y un aborto por las lesiones, explicó que el título procede de la expresión  As queer as a clockwork orange, “tan raro como una naranja de relojería”, una expresión utilizada en las zonas más pobres de Londres.

El argumento de La naranja mecánica es de sobra conocido. Alex es un adolescente precisamente de un barrio obrero, que lidera un grupo de muchachos entregados a cuerpo y alma a robar, dar palizas, violar y todo tipo de actos de violencia. Todo va bien para Alex hasta que es entregado por sus compañeros a la policía. Internado en la cárcel, Alex se ofrecerá voluntario para un proyecto piloto, la tratamiento Ludovico. Esta técnica busca que cuando los instintos del paciente le impulsen a cometer algún acto violento, el sujeto enferme con una violenta nausea. La técnica funciona y Alex sale de cárcel. Pero de verdugo se convierte en víctima, y ahora es él, el que sufre la violencia.

Así, la película logra que el espectador sienta empatía hacia Alex, a pesar de que durante buena parte de la película le vimos perpetrar actos vergonzosos, violación y asesinato incluidos. Por cierto, Alex nunca oculta su cinismo. Se oferta al tratamiento Ludovico sólo para poder salir de la cárcel. Y al final, tras curarse, sueña con sus futuros actos de violencia -a diferencia del libro, donde en el famoso capítulo 21, Alex abandona la violencia-.

Violentos por naturaleza

Una de las interpretaciones de La naranja mecánica es que la obra establece un paralelismo entre la naturaleza del hombre y la civilización. Según esta interpretación, Alex y sus drugos reflejan la verdadera naturaleza del hombre. Un animal violento, malvado, que se mueve por los más bajos instintos.  Tiene mucho sentido cuando Kubrick en 2001 establece el inicio de la inteligencia con la herramienta y el arma con el que los hominidos cometen el primer asesinato.

Pero en ese proceso de civilización surge el Estado (la policía, las cárceles, los gobiernos, un destacamento especial de hombres armados). ¿Y qué es la civilización según esta interpretación? Es obligar al hombre a que no sea como realmente es. Es obligar al hombre a controlar sus instintos. Se convierte en un «hombre mecánico», en un títere.  Y es que muchos analistas defienden que el orange del título procede de un juego de palabras con un término malayo que significa «hombre», así que «naranja de relojería» se convertiría en «hombre de relojería, con engranajes y que va a cuerda, mecánico». Un títere se acercaría más a la idea.

Y es que en ese proceso de «civilización», perdemos nuestra libertad como individuos. Es más, al actuar así, el hombre civilizado queda a merced, de una sociedad que sigue siendo violenta, del propio Estado, que por supuesto es muy violento. Indefenso. Sin embargo, cuando ese individuo recupera la libertad, vuelve a estar presente su maldad, sus instintos. Que nunca se han ido, sólo estaban forzados.

Naranja mecánica

Pecado, libre albedrío. Democracia y totalitarismo

Por cierto, tanto el escritor del libro, como el cura de la cárcel defienden claramente que el pecado también forma parte del libre albedrío. Kubrick, en la película, parodia un poco las religiones, mostrando las fantasías de Alex interpretando numerosos pasajes de la Biblia.

Curiosamente, quien rechaza ese libre albedrío es el Estado (se presupone democrático) y la ciencia. Así, cuando durante la terapia Ludovico muestran imágenes violentas a Alex, no dejan de proyectar escenas de los nazis y fascistas. De regímenes totalitarios. La «democracia liberal» nos arrebata la libertad usando la brutalidad de los regímenes totalitarios como escusa. Ni Orwell lo podría haber descrito así.

Está claro que el verdadero antagonista de la obra es el Estado. Sus cárceles son inútiles. De hecho, el gobierno incentiva el tratamiento Ludovico porque quieren espacio para los presos políticos. El funcionario en jefe de la prisión demuestra su sadismo, le gusta la violencia y que Alex sufra. Y cuándo Alex sale de la cárcel, indefenso, se encuentra con que el Estado ha reclutado a dos de sus drogos para que puedan seguir ejerciendo la violencia, pero ahora la violencia institucional. Por cierto, no es una exageración, muchas veces la policía -como los soldados profesionales- son reclutados entre los sectores más descerebrados y amantes de la violencia.

Ciertamente, Ludovico es un símbolo de todas las políticas que se presentan ante nosotros, donde nos garantizan seguridad, pero a cambio de perder libertad. No pensemos solamente en EEUU tras el 11-S. Aquí se han aprobado leyes que contenían su propio Ludovico.

¿O es la sociedad la violenta?

¿Pero somos malvados por naturaleza? ¿Es verdad que la civilización sólo es eso, un parche para evitar los sintomas, no la enfermedad?

La propia película demuestra que hay bastante más que «maldad por naturaleza». No es casualidad que se explicite el origen social de Alex. Procede de un barrio obrero, bastante degradado -en contraste con las suntuosas mansiones donde viven sus víctimas-. Y los padres de Alex, cada vez que éstos aparecen en escena, al menos a mí siempre me entran ganas de golpearles. Muestran una dejadez, una alienación… Hasta el punto de adoptar a otro chico y expulsar a Alex de su casa cuando más lo necesitaba.

Un detalle, creo que es significativo: El agente social que visita a Alex… ¿lo recuerdan? Alex está en calzoncillos, éste agente le castiga golpeándole en los genitales… ¿Insinúa esta escena algún tipo de abuso?

No somos malos por naturaleza

Yo no creo que seamos malvados por naturaleza. Somos, simplemente, animales con instinto de supervivencia. Pero ciertamente vivimos en una sociedad enferma, y esta sociedad saca muchas veces lo peor de nosotros mismos. Si a toda la violencia, egoísmo y maldad que tenemos a nuestro alrededor, sumamos entornos familiares nefastos, insuficiente e incluso muy deficiente educación, nulas expectativas de futuro, drogas diversas, elitismo y snobismo de los privilegiados, represión y «Ludovicos» por parte del Estado y los gobiernos… Lo raro es que no haya más Alex.

Pero ¡ojo! La civilización también ha traído cosas maravillosas. La música lo es, como Beethoven. Y el sexo (consentido por supuesto), también lo es. Y el arte en general, la literatura, el cine, las series, viajar, los deportes, los bailes, los chistes, la amistad, el amor…

No quiero decir que en una sociedad ideal desaparezca la violencia. Pero si desaparece la pobreza, si recibimos más educación, si conseguimos vidas más plenas, si nuestros referentes son los adecuados… la putrefacción de esta sociedad se reducirá drásticamente.

¿Y tú qué opinas de todo esto? ¿Has visto La naranja mecánica? ¿Qué te ha parecido?

 

Cover Naranja mecánica
Cover Naranja mecánica

Ficha de la película:

La naranja mecánica

  • Director: Stanley Kubrick
  • Título original: A Clockwork Orange
  • Autor del libro: Anthony Burgess
  • Fecha de estreno: 1971
  • Productora: Warner Bros

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5 comentarios en «La naranja mecánica. La violencia y la sociedad»
    1. Me alegra que te haya gustado la entrada.
      Lo cierto es que como entrada a mi blog personal no tiene ninguna aspiración «académica» y por eso no adjunto fuentes. Ciertamente cuando preparo una entrada, echo una ojeada a reseñas u otros textos breves que puedan haberse escrito al respecto, pero básicamente escribo las ideas y reflexiones que me vienen a la cabeza al haber visto esa pelicula (o leer el libro) y darle vueltas sobre su contenido. Evidentemente mis ideas no surgen de la nada y no niego que puedan estar influidas por otras opiniones que pueda haber conocido directa o indirectamente a lo largo de los años. Eso sí, cuando al preparar una entrada en algún otro blog leo algún aspecto que me llama especialmente la atención, lo cito y lo enlazo (recuerdo por ejemplo la entrada a Aniquilation). Pero ya digo, no hay ina aspiración academica en las entradas, ni ánimo de lucro. No soy un estudioso del cine o de la ciencia ficción, sólo una persona normal que le gusta la ciencia ficción, el cine y la lectura en general y que buscaba dar mi opinión a través de Internet. ¡Pero una vez más, muchas gracias!

  1. Hola! Me ha encantado el artículo, es cierto que en la película mientras Alex se somete al tratamiento Ludovica se ve como espantado grita que porque en un fragmento de violencia, tenía que estar oyéndose la perfecta novena sinfonía de Beethoven: la de la libertad. Ahí creo que se asocian muy bien los conceptos que habías planteado de libertad y violencia. Creo el director emplea una gran metáfora pues tras el tratamiento Alex no puede escuchar la sinfonía y llega al punto de suicidarse por ella. Es decir, tras ese tratamiento violento escuchar la libertad era un ahogamiento para el. No hay libertad con violencia.

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