La Llegadaimagen promocional de La Llegada

El director de moda en la ciencia ficción es, hoy en día, el canadiense Denis Villeneuve. Su adaptación de Dune, actualmente en cartelera, está siendo un tremendo éxito. Y ya en su día hicimos un análisis de Blade Runner 2049, la arriesgada secuela del gran clásico de Ridley Scott. De su particular trilogía de nuestro género favorito faltaba en Thalassa tratar La Llegada. Como ya sabéis, este largometraje de 2016 es también una adaptación, en este caso del genial relato de Ted Chiang, La historia de tu vida incluida en una muy recomendable recopilación del mismo nombre.

Antes de nada, sin desmerecer la película, creo que el relato original es más interesante. Como muchas veces sucede, me parece superior a su adaptación. Es verdad que, como ya hemos dicho en más de una ocasión, el lenguaje cinematográfico es muy diferente del literario y las adaptaciones normalmente son muy complicadas. Más aún en este caso, cuando hablamos de una noveleta de poco más de 40 páginas que ha servido como base para casi dos horas de película.

La Llegada y La historia de tu vida

Como nos tiene acostumbrados Villeneuve, siendo ya su sello particular, la fotografía, el color, la textura, la música… son tremendamente buenas, sublimes. Y su ritmo es pausado y reflexivo, algo que no gusta a buena parte del público de esta época. Tiene la ventaja (como en Dune) de partir de una muy buena obra original. Precisamente, aquellas tramas que se alejan del texto de Chiang son las más flojas de la producción. Las que más patinan y las que más dudas pueden provocar.

Siendo breve, el relato es, en mi opinión mucho más profundo e interesante. El, podríamos llamarlo, conflicto lingüístico, la dificultad para comunicarnos con una especie alienígena y la relación entre lenguaje y mente, es obviamente tratado en La Llegada. Es la columna vertebral de la historia. Pero no llega a la altura de La historia de tu vida.

Lo mismo sucede con la relación entre la protagonista Louise Banks y su hija, más interesante en el relato. Por cierto, Amy Adams está enorme. Señalemos que recae sobre sus hombros sostener todo el peso de la película. De su buen oficio depende toda la profundidad, expresividad y credibilidad de La Llegada. Con otra actriz menos inspirada la película hubiera hecho aguas por todas partes.

Lo que falta y lo que sobra

Como hemos señalado —y más adelante profundizaremos—, en La Llegada tenemos conflicto lingüístico y tenemos relación entre la protagonista y su hija. Pero nos falta el verdadero pegamento entre ambos pilares. Un pegamento que Villeneuve difumina y embrolla mientras que en el relato de Chiang juega un papel claro y central. Me refiero a la aparente contradicción, por un lado, entre la visión de la física clásica causal (una causa provoca un efecto) y la filosofía del libre albedrío, y, por otro lado, una visión física, digamos finalista (teleológica, diría un filósofo, es decir que las cosas suceden porque tienen una finalidad) y el determinismo absoluto. ¡Ánimo! lo trataremos más tranquilamente más adelante.

A cambio La Llegada aborda dos temas que el relato no trata o, más bien, los da por supuesto. Villeneuve intenta mostrarnos un poco del impacto que supuestamente tendría en la sociedad este primer contacto alienígena. Muy, muy light. Y también, una trama geopolítica, con el antagonismo entre EEUU y China como protagonistas y la inevitable moraleja de la imprescindible colaboración planetaria ante un acontecimiento tan importante para el futuro de la humanidad. La resolución de esta línea argumental, es, en mi opinión, de lo más flojito del film. Bastante cogida con pinzas.

En ambos temas, pero sobre todo en esta deseada colaboración planetaria, creo que Villeneuve se inspiró en el libro de Carl Sagan Contacto. En esta novela del gran divulgador, el mensaje alienígena y todo su contenido impulsa, incluso obliga, a la colaboración entre las distintas potencias, forzando a los distintos Estados a anteponer los intereses generales de la humanidad por encima de los nacionales. Por cierto, la adaptación cinematográfica de Contact que hizo Robert Zemeckis también pasa de puntillas sobre este asunto crucial para el futuro de nuestro planeta. Y no necesariamente por la posible llegada alienígena, sino por otros temas más urgentes, como el calentamiento global.

¿Pero de qué va?

Seguramente si has llegado hasta aquí es porque sabes de sobra cuál es la sinopsis de La Llegada, pero es tradición en Thalassa hacer un brevísimo resumen.

Doce naves alienígenas llegan de improviso a la Tierra (en el relato son cientos). Los distintos gobiernos tratan de ponerse en contacto con los alienígenas. Y ahí es donde entra en juego nuestra protagonista la profesora Banks. Ella es una experta lingüista que es reclutada por el ejército estadounidense para que la humanidad pueda comunicarse con los visitantes. ¡No sucede como en Stargate, donde, vayas a donde vayas a lo largo de la galaxia, siempre hay gente que habla inglés!

Por supuesto, a los militares estadounidenses les urge conocer el por qué de la visita extraterrestre antes que los demás gobiernos del planeta. La historia bárbara de la expansión europea por el resto del planeta es una experiencia que inevitablemente hace desconfiar a mucha gente de las intenciones de los alienígenas. ¿Vienen a conquistarnos, a que nos enfrentemos entre nosotros o vienen simplemente a observarnos o a establecer relaciones diplomáticas? Por cierto, otro momento más brillante del relato con respecto a la película es precisamente la causa por la que nos visitan los heptápodos (como serán denominados los alienígenas por su curioso aspecto). No lo spoilearé, pero es mil veces más original e interesante que la causa de la película.

Banks demostrará que comunicarnos con unos seres tan diferentes a los humanos no será pan comido, requerirá paciencia e imaginación y tendrá consecuencias inimaginables.

La comunicación entre especies

Antes bromeaba sobre Stargate y el inglés. En esta misma serie, en un capítulo se reían de ellos mismos por esta omnipresencia galáctica de la lengua de Shakespeare. Desde luego, a priori parece evidente que si en un futuro nos llegamos a encontrar con una civilización alienígena inteligente tendremos dificultades para comunicarnos con ellos. Si, como parecería lo más probable, esta especie extraterrestre es completamente diferente a la humanidad, las dificultades se multiplicarán. Por desgracia, la ciencia ficción escasas veces trata esta problemática (se me ocurre Solaris, por ejemplo) por lo que estamos ante un relato y una película, ya sólo por eso, muy interesante.

Ahora bien, en el caso de La historia de tu vida, recordemos que en relación a los heptápodos, somos nosotros la especie más científicamente atrasada. Ellos son capaces de viajar a través de las estrellas en formidables naves espaciales de tecnología desconocida para nosotros. ¿No serían seguramente ellos los más capacitados cultural y tecnológicamente para establecer la comunicación entre las especies? ¿A través de algún traductor universal, o habiendo estudiado previamente nuestros idiomas? Pero claro, entonces no habría relato… En la película sí tratan de resolver esta contradicción: los heptápodos necesitan que seamos nosotros los que aprendamos su idioma.

En todo caso, está claro que hoy en día no seríamos capaces de comunicarnos con otras especies. Sobre el planeta existen otros animales que disponen de distintos mecanismos de comunicación (la llamada zoosemiótica). Los delfines, por ejemplo. O las ballenas, abejas, perros, simios… Y aunque a duras penas hemos comenzado a descifrar sus códigos, no somos capaces de comunicarnos efectivamente con ellos. Otra cosa es la comunicación entre humanos. Todos los lenguajes humanos conocidos pueden traducirse entre ellos. Aunque haya palabras o expresiones más especificas en un lenguaje en concreto, siempre encontraremos la manera de traducir esa idea a otro idioma. Ya sea mediante expresiones más complejas o combinando distintas palabras e incluso frases.

Escena de La Llegada

Lenguaje y mente

Tanto La Llegada como La historia de tu vida descansan sobre una premisa que no está comprobada científicamente. Es la llamada hipótesis de Sapir-Whorf que estuvo bastante en boga hasta los años 60. Esta hipótesis afirma que aprender un lenguaje sustancialmente diferente determina y moldea nuestra mente y nuestros procesos mentales. La mente de la profesora Banks se modifica a raíz de ir aprendiendo el lenguaje de los heptápodos. La consecuencia fundamental de este cambio es que la lingüista pasará a percibir el tiempo como lo hacen estos alienígenas.

Para los humanos el tiempo es una dimensión lineal y unidireccional (hay una flecha del tiempo definida y las causas provocan efectos). Sin embargo, poco a poco iremos descubriendo que los heptápodos, por el contrario, conciben el tiempo como si se tratara de un todo. No sólo conocen el pasado, sino también el futuro. No hay causas y efectos, sino que todo está ya escrito.

Por supuesto, no sabemos de ninguna especie que se maneje así en cuanto al tiempo. Todos los seres vivos que conocemos están sometidos a la segunda ley de la termodinámica. Sufrimos una flecha del tiempo que apunta en el sentido en que crece la entropía. Así, nuestra memoria, nuestros recuerdos, son herramientas del pasado para que podamos sobrevivir en el futuro. Y no viceversa.

Tampoco parece que manejarnos en castellano nos haga ser sustancialmente diferentes de un humano que hable inuit u otro que hable urdú. Es decir, nuestro idioma no determina nuestra forma de pensar, ni nuestra inteligencia, ni nuestra visión del mundo. No existen idiomas de primera o idiomas de segunda, sólo civilizaciones y culturas cuyas lenguas, por los distintos avatares históricos que han atravesado, en unos casos han prosperado y en otras han desaparecido.

¿No podría algún lingüista profundizar en estos temas tan interesantes? Se lo agradecería.

El principio de Fermat y la causalidad

Para que tratemos de comprender la manera que tienen los heptápodos de comprender la realidad, el relato de Chiang se detiene a explicar al lector el principio de Fermat. Desgraciadamente, la película pasa por alto esta explicación, importante para entender la nueva percepción del tiempo que tiene Banks. Así La Llegada es ambigua sobre si Banks puede, o no, decidir tener a su hija, aunque sepa que morirá (y sufrirá). La historia de tu vida es más categórico. El futuro está escrito y Banks no puede cambiarlo aunque quisiera.

El principio de Fermat viene a explicar que un rayo de luz, al pasar de un medio a otro, por ejemplo del aire al agua, alcanzará su destino a través del camino que le lleve menos tiempo recorrer. Pero así explicado parece que el rayo sabe a dónde se dirige. Conoce su finalidad y ha estudiado su trayectoria para elegir la mejor. Es decir, parece que se quiebra la causalidad, parece que no es cierto que las causas provocan efectos porque es el objeto el que «busca» el resultado, el que tiene una finalidad (teleología).

Ahora sabemos que la naturaleza ondulatoria de la luz explica ese comportamiento y que un principio profundo de la física, el principio de mínima acción, es el responsable subyacente del mismo (la acción es el producto de la energía implicada en un proceso por el tiempo que dura este proceso). Pero todo lo que involucra al tiempo y a la física profunda siempre tiene lecturas filosóficas apasionantes.

Chiang señala en su relato que los heptápodos comprenden y se manejan a la perfección con las magnitudes relacionadas con procesos como el descrito por el principio de Fermat o con magnitudes como la acción. Mientras que las magnitudes más intuitivas para nosotros los humanos, como la velocidad, son para ellos incompresibles. La razón de este comportamiento es su visión del tiempo. Nosotros como una sucesión lineal de causas y efectos y ellos como un todo.

¡Y ahora apelo a los físicos y filósofos! ¡Por favor! Parafraseando a Carles Porta, ¡añadid luz a la oscuridad!

Felicidad y sufrimiento

Al final, como la mayoría de las historias de la ciencia ficción, la lingüística, la física y la filosofía están al servicio de las emociones humanas. Para Ted Chiang el mensaje está claro. La vida no se puede entender sin sufrimiento. Y la felicidad solo es posible si, en contraste, tenemos momentos de sufrimiento y tristeza. En el caso del relato, más determinista, nuestro margen de maniobra es escaso. La vida es la que es. Aceptémoslo. Así Banks no tiene opción, tiene a su hija y ésta muere en lo que para los demás sería un impredecible accidente. Felicidad y tristeza son dos caras de la misma moneda.

Villeneuve no lo tiene tan claro y parece dejar una puerta abierta a un posible libre albedrío. Entonces, sabiendo el futuro podemos cambiarlo y ahorrarnos ese sufrimiento. Pero Banks decide no hacerlo. Opta por tener a su hija aun sabiendo que morirá joven tras una dolorosa enfermedad. Fijaos el contraste entre el accidente y el cáncer. ¿Y todo para poder vivir esos momentos de felicidad que la efímera existencia de su hija le dará? Muchos pensarán que en esta actitud, o bien hay egoísmos de la madre sobre la hija, o bien una incomprensible resignación cristiana. Muy criticable en ambos casos, en mi opinión.

Bien, yo puedo decir, a posteriori, que las decisiones que tomé, los errores que cometí en mi vida me han llevado a ser la persona que soy hoy. Muy loable y 100% correcto. Pero, si supiera de antemano que mi hija va a sufrir de joven una agónica enfermedad de la que no se va a poder recuperar… ¿la tendría? ¿Por muy felices momentos que pudiera tener con ella hasta su muerte? Yo desde luego, creo que no sería capaz. Una reflexión similar me ha llevado a no tener hijos. Y creo que no he sido egoísta. Hubiera sido egoísta si hubiera antepuesto mis deseos de ser padre, o mi ideología, o mi credo, por encima de ese ser potencial. Y digo potencial porque puede llegar a ser, no porque ya lo sea.

Recapitulando sobre La Llegada

Si tuviera entonces que resumir mis impresiones sobre La Llegada… Técnicamente un diez, en la línea de cualquier película de Villeneuve. ¿Su mejor film de ciencia-ficción? No. Tanto Blade Runner 2049 como Dune son claramente superiores. Aunque fue el primero. Él mismo reconoce que hizo tanto La Llegada como Blade Runner 2049 para prepararse ante el reto de Dune. ¿El relato de Ted Chiang? Muy superior, de hecho lo más flojo de la película es, precisamente aquellos aspectos que difieren de La historia de tu vida.

Eso sí, tanto la película, como sobre todo el relato abordan temas que, personalmente, me fascinan: el lenguaje y la comunicación entre especies y su relación con la mente; el fluir del tiempo, la causalidad y la finalidad; el determinismo o el libre albedrío, etcétera. Aunque todo ello para que finalmente Villeneuve bordee de manera brumosa los «argumentos» de los provida…

Lo mejor: el relato de Ted Chiang y la interpretación de Amy Adams. Lo peor: la moraleja de Villeneuve y aquellas partes que tratan de completar a Chiang.

¿Y tú que opinas de todo esto? ¿Has visto La Llegada? ¿Te gustó?


carátula de La Llegada

Ficha de la película:

La Llegada

  • Director: Denis Villeneuve
  • Guionistas: Eric Heisserer
  • Título original: Arrival
  • Basado en: La historia de tu vida de Ted Chiang
  • Estreno: 1 de septiembre de 2016.
  • Productoras: FilmNation Entertainment; 21 Laps Entertainment; Lava Bear Films
  • Premios (entre otros):
    • Óscar a la mejor edición de sonido
    • BAFTA al mejor sonido

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4 comentarios en «La Llegada. Lenguaje, destino y sufrimiento.»
  1. Sobre el tema filológico. La cosa no está tan clara. Me inclino a pensar que sería algo intermedio. En mi opinión, el lenguaje sería la forma en la cual organizamos la información y la procesamos. Cada lengua sería como los iconos del escritorio y las carpetas y subcarpetas. Si tu mente plástica tiene mejores conexiones para ciertos aspectos (https://psicologiaymente.com/inteligencia/teoria-lenguaje-sapir-whorf), por ejemplo, para discriminar tipos de hierba, es más probable que veas tipos de hierba que otra persona interpretaría y vería como lo mismo, dentro de las limitaciones de tu cerebro, es posible que tengas mejores habilidades y mejores percepciones de determinados aspectos. Incluso, que determinados conceptos se construyan para ti y otra persona tenga problemas para percibir lo mismo. Por ejemplo, la conceptualización de los colores (https://repositorio.comillas.edu/xmlui/handle/11531/22942):

    «Por ejemplo, existe una civilización en Australia que, en vez de describir las relaciones espaciales mediante los ejes derecha-izquierda y delante-detrás, se orientan por los cuatro puntos cardinales (norte, sur, este y oeste), por lo que para describir dónde se encuentra un objeto o una persona deben saber en todo momento dónde está el norte. Además, existen otras civilizaciones en las que utilizan el mismo término para designar el azul y el verde o, por el contrario, que no tienen un único término para designar el azul, sino que usan dos términos diferentes, según sea azul oscuro o azul claro.»

    Si nos atenemos a esto. La red neuronal de quiénes describen el espacio por los puntos cardinales deben asimilar su percepción del espacio tiempo a una orientación espacial muy desarrollada de forma intuitiva. En cambio, quien tiene que guiarse por la posición de lo que tiene alrededor en relación con su cuerpo no tiene que desarrollar tanto la orientación espacial, sino donde colocas las cosas a tu alrededor y dónde se coloca el mundo a tu alrededor. Es más fácil que, si tu lengua procesa tu posición en función de lo que tienes a tu alrededor, te pierdas con mayor facilidad porque no tienes tan desarrollada la percepción de dónde se encuentra el norte (https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-36632096) y eso puede tener consecuencias en la supervivencia en cuanto a tus puntos de referencia. Quizá, el norte, en esa cultura, se corresponde con la asociación «Brian Meier, psicólogo del Colegio Gettysberg, en Estados Unidos, descubrió que las personas inconscientemente procesan palabras positivas como si estuviesen más arriba en el espacio que las negativas.».

    Con el tema de la inteligencia y las competencias. Por ejemplo, los monos no pueden hablar a pesar de tener (https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/actualidad/descubren-por-que-los-monos-hablan-los-humanos_10937) cuerdas vocales aptas para ello. Sin embargo, su cerebro no está desarrollado para procesar el lenguaje en una lengua oral.

  2. Sobre la decisión de ella. Hay un aspecto inquietante de la película. Además de usar la Paradoja Terminator en alguna ocasión, cabe preguntarse si realmente podía elegir. En una de las visiones, vemos que ella ha tenido a su hija, y cae en crisis por llevar a su hija, sin el consentimiento de su padre, a hacerse pruebas para el cáncer. Eso nos hace ver que ella conoce un futuro donde sí vio aquello y lo repitió en bucle. Es decir, incluso sabiéndolo, ella repite una y otra vez el bucle porque su vida es la que es. Ha asumido que, realmente, no tiene el libre albedrío que le parece tener, o ya ha elegido, sólo sabe lo que ha elegido, y que su hija debe vivir, a pesar de que, algún día, morirá. Incluso tenemos la paradoja del abuelo. ¿Y si ella tiene visiones porque elige una y otra vez, en su percepción del cosmos, el vivir esa vida, retroalimentando el bucle y permitiendo que no haya paradojas?

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