Hay capítulos de la mítica serie Doctor Who que son sencillamente geniales. Combinan imaginación, poesía incluso, surrealismo y mucho mensaje. En Thalassa ya hemos hablado, por ejemplo, de Una jugada larga de la primera temporada moderna. La bestia de abajo, el segundo capítulo de la quinta temporada moderna (con el Undécimo doctor), es un clarísimo ejemplo. Quizás no es tan espectacular como otros episodios de la temporada, pero tiene bastantes lecturas.
Se trata del primer viaje en el que el Undécimo doctor se lleva a su nueva acompañante, la escocesa Amy Pond, «la chica que esperó». El Undécimo doctor es uno de mis favoritos: Alocado e infantil, a la vez que con un lado oscuro. Amy y el Doctor viajarán al futuro, a la nave Reino Unido, cuando la Tierra ya ha sido destruida por el Sol y la humanidad se ha dispersado por el universo buscando un nuevo hogar.
La nave Reino Unido
Un caballo y un hombre, arriba, abajo,
Uno tiene un plan pero ambos deben irse,
Milla tras milla, arriba, abajo,
Uno tiene una sonrisa y uno tiene dientes,
Aunque el hombre de arriba podría decir hola,
No esperes amor de la bestia de abajo.
Pese a tratarse del futuro, lo cierto es que la Nave transmite una significativa sensación de decadencia y pobreza. Eso sí, la Unión Jack, la bandera británica, se muestra omnipresente, así como unos tenebrosos autómatas que vigilan a los ciudadanos.
Ya abordo de esta nave Reino Unido, el Doctor pronto se dará cuenta de que algo no va bien. Rápidamente intuirá que hay un Estado policial, vigilancia constante y miedo entre los ciudadanos. Se encontrará con una niña llorando sin parar, y verá que los adultos, atemorizados, la ignoran. Aunque le dice a Amy que su misión es ser solamente un observador, el Doctor, alguien muy viejo, el último de su especie, es incapaz de quedarse de brazos cruzados ante las lágrimas de la niña.
Antes de los créditos, habremos visto a esta misma niña al salir de clase, aconsejando a otro niño amigo suyo que no baje por el ascensor, ya que le han puesto un cero en un examen. Éste niño ignorará el consejo… y sufrirá las consecuencias.
La nación inglesa en La bestia de abajo
La nación inglesa tiene muchas señas de identidad: el té, la niebla, Sherlock Holmes… Pero también es un importante símbolo su monarquía (en concreto, la Reina, ya fuera Isabel I o II o la reina Victoria). O su veterana democracia, de las más antiguas del mundo. O su vetusto sistema educativo, solo recordemos Howards en Harry Potter.
Pero sin duda, su seña de identidad más controvertida, que más consecuencias políticas y sociales tiene, es su característico nacionalismo. Es un pueblo muy orgulloso. Tienen motivos históricos para serlo. Y a los viejos Imperios, ahora en decadencia, suele ser lo que les queda. Ese orgullo por el pasado, y el sueño de que solos, recuperando su verdadera esencia, volverán a ser grandes.
En La bestia de abajo, así es. Según el computador de la Nave, Amy tiene entonces 1.308 años de edad, lo que significa que, año arriba o abajo, estamos en 3.297, finales del siglo XXXII. ¡Y en todo este tiempo los ingleses necesitan seguir existiendo como nación! Todo ese tiempo no ha servido para convertir a la humanidad en un pueblo sin fronteras. O al menos, los ingleses se han mantenido como una nación aparte: Un Brexit intergaláctico, aunque eso implicara naufragar por la galaxia. (Y el capítulo es de 2010, aunque el Brexit ya asomaba sus orejas).
Así, pese a vivir en una nave destartalada, sucia, abandonada… son orgullosos ingleses. Como pequeño chiste, se especifica que los escoceses se fueron por su cuenta, en una nave aparte. Amy Pond asiente resignada: la independencia de Escocia tendría inevitablemente que llegar. Como seguramente suceda en el futuro. Por cierto, el nacionalismo inglés, su particularismo, incluso fuera de Europa, está muy presente en la ciencia ficción. Ya hablamos en este blog de Hijos de los hombres, o de Years and Years, por poner dos ejemplos.

Votar y olvidar
La bestia de abajo se ideó en medio de una campaña electoral. Durante éstas, los políticos hacen numerosas promesas, que tradicionalmente luego olvidan. Sin embargo, años después, son los electores los que olvidan las mentiras e incumplimientos que han hecho sus representantes y, mayoritariamente, vuelven a votar a sus opciones tradicionales.
Las elecciones en La bestia de abajo son muy curiosas. Un vídeo revela la verdad al elector sobre lo que está sucediendo en la nave Reino Unido. Entonces éste tiene la opción de «protestar» o de «olvidar». Parece ser que la inmensa mayoría elige «olvidar», precisamente por la trascendencia que tienen las imágenes mostradas. Por ejemplo, la propia Amy, cuando ve el video, elige olvidar. Y, ciertamente, olvidan el contenido del vídeo. Pero para los que eligen «protestar», el destino no es muy democrático que digamos: Terminan engullidos por La bestia de abajo.
Es una reflexión interesante, porque aunque en nuestras democracias representativas tenemos derecho a protestar, la estabilidad social se cimienta en nuestra capacidad para olvidar. Como antes dijimos, olvidamos las mentiras de los políticos, pero, por encima de todo, mucha gente olvida, de manera más o menos consciente, las injusticias de nuestra sociedad. Y, sobre todo, también olvidamos que tendríamos la fuerza suficiente para cambiar las cosas.
Errores y esperanza
En la cama de arriba, estamos profundamente dormidos
Mientras que el mayor amor yace más profundo.
Este sueño debe terminar, el mundo debe saber,
Todos dependemos de la bestia de abajo.
Mucha gente opina que el ser humano es malo por naturaleza. Ciertamente, como especie, hemos cometido errores, algunos muy importantes. Aunque muchas veces esos errores generales tienen responsables concretos. Por ejemplo, detrás de catástrofes históricas como guerras, o incluso, detrás de fenómenos como el cambio climático, hay responsables económicos y políticos. Aunque también se podría buscar como responsable colectivo a la desidia de las masas, a la falta de respuesta, a dejarse llevar por una inercia determinada.
En La bestia de abajo, han sido los humanos, en concreto los ingleses, los que han provocado el conflicto que se vive en la nave Reino Unido. Hay responsables políticos que actuaron con egoísmo, con desesperación, con miedo… Quizás no había malicia en lo que hicieron. Quizás creyeron sinceramente que era lo mejor para el pueblo británico, para la mayoría, pero ya fuera por ignorancia, desconocimiento, corto alcance de miras o simple desesperación, lo que hicieron fue terrible y son los responsables. Pero también hay una masa que les permitió actuar así. Una parte estaría a favor. Otra parte en contra. Pero los que estaban en contra no lucharon para evitarlo. Y prefirieron olvidar.
Amy también prefirió olvidar. Decidió olvidar porque lo que vio en el vídeo le causó tanto horror, que necesitaba olvidarlo. Pero, finalmente, su humanidad es la respuesta. Mientras que el Doctor se basa en decisiones lógicas, sólo logra encontrar la decisión, a su juicio, menos mala, que no deja de ser terrible. Amy, pese a sus defectos, precisamente gracias a esos defectos que nos hacen humanos, logra atar cabos, toma la iniciativa enfrentándose a todos, impide al Doctor que destruya a la pobre bestia de abajo y asume riesgos. Y resuelve el dilema. Amy, que se equivocó, que decidió olvidar, demuestra al Doctor que aún hay esperanza para la humanidad.
También hay otro corolario en el capítulo: la colaboración siempre será más productiva para los colaboradores, que si una parte obliga, fuerza o impone a la otra parte.
¿Y tú qué opinas de todo esto? ¿Has visto La bestia de abajo? ¿Qué te pareció?

Ficha del capítulo:
Doctor Who: La bestia de abajo
- Escritor: Steven Moffat.
- Director: Andrew Gunn.
- Título original: The Beast Below
- Episodio número: Quinta temporada, episodio 2.
- Fecha de emisión: 10 de abril de 2010.
- Canal: BBC