El juego de Ender

Escribir sobre El juego de Ender, de Orson Scott Card es complicado. Primero por la propia polémica que desata su escritor. Declarado homófobo y racista y de fuertes creencias religiosas. Lo cual no quita valor al libro, pero sí nos da un contexto de su contenido. Y ayuda a entender algunas intenciones del autor.

Luego porque, al menos hasta ahora, hay tres versiones del texto. Una primera novela corta, publicada en 1977 en una revista de género, centrada en la formación militar de Ender. En 1985 se publicaría el libro ampliado, pensado ya como una introducción a La voz de los muertos, de la que ya hemos hablado en este blog. Finalmente, tras la caída de la URSS, Card publicó una versión revisada, actualizada por los cambios políticos de la época y que es la que se puede encontrar hoy en las tiendas.

Por cierto, el autor ha señalado que quiere preparar una nueva edición, actualizada con el actual impacto de la tecnología. Como en los últimos años ha sido cuando más ha enfatizado públicamente sus controvertidos posicionamientos políticos, ese cambio podría ser menos sutil de lo deseado por muchos lectores.

Los orígenes de El juego de Ender

El juego de Ender ha sido la auténtica gallina de los huevos de oro para Orson Scott Card. No se trata de desmerecer el resto de sus obras. Card es un autor muy prolífero con libros muy interesantes. Pero, aunque La voz de los muertos ya estaba planificada por el autor, el resto de la saga, retomada en 1991, con su sucesión de secuelas, precuelas e historias paralelas se me hace casi inabarcable. Van ya por los quince libros. La película, estrenada en 2013, supuso un nuevo impulso en el éxito de esta novela.

Sin embargo, El juego de Ender no podría ser sin una serie de títulos y autores previos que, sin duda sirvieron de inspiración a Card. Esto de por sí no es negativo. No estoy hablando de plagio. Es normal que obras anteriores sirvan de inspiración. Ya hablamos de como La guerra interminable de Joe Haldeman, escrita en 1974, fue una cierta respuesta a Tropas del espacio de Heinlein de 1959. Ambos libros fueron imprescindibles en la creación de El juego de Ender. Tropas del espacio, en concreto, anticipa a la especie alienígena antagónica, los insectores, o el duro entrenamiento militar de la Escuela de Batalla. La guerra interminable, por ejemplo, aporta los efectos de la relatividad en las personas, que sobre todo se tratará en La voz de los muertos.

Pero las influencias son muchas más. Una que me llamó especialmente la atención fue el uso del ansible. Y me llamó la atención porque su creadora es una mujer que, además, está en las antípodas ideológicas de Card. Me refiero a Ursula K. Le Guin.

Andrew «Ender» Wiggin

La Tierra está en guerra. Los insectores (también llamados buggers, una referencia a la homofobia del autor) son una especie alienígena de mente colmena, que atacaron nuestro planeta en el pasado y ahora amenazan con una nueva invasión. Para evitarlo, la Flota Internacional recluta niños de muy corta edad, que reciben una dura instrucción militar para que se enfrenten a los enemigos.

Andrew «Ender» Wiggin, de seis años, fue gestado precisamente para recibir esta instrucción militar. Es un tercerogénito, una excepción, porque en la Tierra se ha prohibido tener más de dos hijos. Ender existe porque sus dos hermanos mayores, Peter y Valentine, pese a ser ambos unos genios, no fueron aceptados en la Flota. Peter es un sociópata violento. Valentine, es demasiádo empática, compasiva —es una mujer, según la visión sexista de Card.—. El gobierno mundial, el Hegemon permitió a los Wiggin tener un tercer hijo esperando que éste también fuera un genio y combinara lo mejor de ambos hermanos para que así se pudiera convertir en el líder militar perfecto. Así desde su nacimiento, Ender estuvo monitorizado por el ejército para seguir su evolución.

Sin embargo, se ha decidido retirar la monitorización porque, aparentemente, Ender tampoco está a la altura de las necesidades de la Flota. Sin la vigilancia, el niño tendrá que enfrentarse a la brutalidad de su hermano Peter y a las burlas de sus compañeros de colegio, en especial de la pandilla de Stilton. Para solucionar definitivamente este último problema, Ender agrede brutalmente al pandillero. Su razonamiento es que, con una primera acción contundente, evitará una escalada de insultos y agresiones. Esta reacción convence al coronel Graff para que Ender sea instruido en la Escuela de Batalla. Pero también despertará en Ender el temor de que se ha convertido en alguien como Peter.

Estas dos ideas recorren todo el libro.

Ataque preventivo

En todas las guerras insectoras que ha habido hasta ahora, han matado a miles y miles de seres racionales, vivos. Y en todas esas guerras nosotros sólo hemos matado a uno.

Mazer Rackham

De un lado, la filosofía del ataque preventivo. Es precisamente lo que planea la humanidad contra los insectores. Hace décadas que no se sabe nada de ellos y, sin embargo, los militares terrestres están convencidos de que una tercera invasión es inevitable. La primera resultó haber sido una misión exploratoria y la segunda sí que fue una misión colonizadora. La solución militar consiste en atacar primero, de manera contundente y sin piedad. Para evitar un futuro e inevitable ataque insector.

Por eso, la actuación de Ender con Stilton concuerda al 100% con la filosofía de la Flota internacional. Da igual que ambas especies hayan comprendido que el estallido original de la guerra fuera el resultado de que ambas especies eran muy distintas y de que no hubiera suficiente comunicación entre ambas. Efectivamente, los insectores, con una mente colmena, no dan importancia al individuo, solo les importa proteger a la Reina. Perder soldados no supone un gran perjuicio. Cuando entran en contacto con la humanidad, no se dan cuenta de que en nosotros sucede justo lo contrario, cada individuo cuenta, son vidas separadas, independientes.

Pero con ese conocimiento, en lugar de tratar de limar malentendidos y establecer canales de comunicación y cooperación, la humanidad se deja llevar por un espíritu de revancha. Un espíritu que esconde algo más, esconde un ferviente deseo de expansión, de crear un «Espacio vital» humano.

¿Pero son esos ataques preventivos buenas ideas? Desde luego, los militares los han utilizado durante toda la historia humana. Pero se ha demostrado que no han dejado de ser excusas para desatar guerras planificadas y deseadas desde hacía tiempo. Normalmente, detrás de una guerra nunca hay sinceridad sobre la «autodefensa» . Ésta es más bien la excusa que esconde intereses más materiales y egoístas. En El juego de Ender es, sin duda ese Espacio vital humano, además del fortalecimiento del poder militar frente al poder civil.

Ender en soledad con su videojuego

Los niños soldados

Me uní porque mis padres no tenían comida y no tenía escuela… Estaba preocupado por las minas, pero ¿qué podemos hacer? Es una orden. […] Estoy seguro de que seré un soldado por al menos un par de años más. Si dejo de ser soldado, no tendré trabajo que hacer porque no tengo ninguna habilidad. No sé qué haré…

Coalición para detener el uso de niños soldados (2001). «Informe global sobre niños soldados» . child-soldiers.org 

He leído críticas sobre El juego de Ender que apuntan a que es imposible que un niño de 6 años tenga los razonamientos que Card otorga al protagonista. Desde luego no hay que olvidar que Card eleva a Ender a la categoría de genio, pero, más allá de que él tenga 6 años, lo cierto es que en muchas partes del mundo, los niños se ven obligados a «madurar» y a tomar decisiones «adultas» mucho antes de lo que en Occidente estamos acostumbrados.

En Europa, pensar en los niños que son empleados como soldados, nos lleva instantáneamente a pensar en África y, en general, en el Tercer mundo. No obstante, aunque no es lo mismo, llevar a la muerte a jóvenes de 18 años tampoco tiene mucha justificación, y, por ejemplo, en el Reino Unido hasta la década del 2000 aún se reclutaban y se formaban soldados de 17 años. Pero desde luego, el uso de niños pequeños es un auténtico crimen, es bárbaro e incivilizado. En 2020 sigue sucediendo, como otras lacras igual de horrorosas: la esclavitud, el trabajo infantil o la explotación sexual infantil y de millones de mujeres. Según UNICEF, actualmente hay 300.000 niños soldados en todo el mundo. Un recordatorio de que la civilización sólo ha llegado, y escasamente, a un pequeño rincón del planeta.

Son muchos los motivos por os que los utilizan niños de esta manera: Según diversos estudios, para empezar, el desarrollo de la tecnología ha simplificado el uso de las armas de fuego, haciendo que, con menos formación, puedas ser igual de letal. Además, la superpoblación, como en El juego de Ender convierte a los niños en un recurso barato y accesible. Sin educación, con necesidades de atención y de pertenencia a un grupo, los niños pueden ser más obedientes y maleables que los adultos y, por tanto, son más fáciles de controlar, engañar y adoctrinar.  Así, estos niños podrían estar más dispuestos que los adultos a luchar por ideales como la religión, el honor, el prestigio, la venganza o el deber. Un futuro distópico, sin duda, recrudecerá esta situación.

Por supuesto, estos niños, si logran sobrevivir a su etapa de soldado, sufrirán las consecuencias durante toda su vida. Taras físicas, educativas y sociales, psicológicas…

El sistema educativo y la competitividad

Quizás el rechazo a los niños soldados es la reflexión más explicita El juego de Ender, pero no es la única. El sistema educativo también está en su punto de mira. La educación angloaméricana, extendida a toda Europa, ha potenciado un modelo educativo basado en la competitividad, en enfrentar a los estudiantes para que luchen entre ellos por ser el mejor. Se repite hasta la saciedad de que en la vida de adulto, sólo los mejores triunfan y que, por tanto, la educación tiene que prepararnos para eso, para ser los mejores, compitiendo con los demás, e incluso pisando a los demás. ¡En lugar de fomentar la colaboración!

Ender sufrirá esta educación en Escuela de Batalla. Sus mentores le presionarán más y más y tratarán de ponerle en situaciones cada vez más límites.

La competitividad es inevitable bajo el capitalismo. En un capitalismo «ideal», la competitividad ayuda a desarrollar las fuerzas productivas, obliga a innovar y a reducir costes, penaliza a las peores empresas y premia a las mejores. Pero no existe un capitalismo ideal. Las grandes empresas conforman oligopolios y llegan a acuerdos entre ellas para trampear esa competitividad. Y donde sí se ha trasladado esa competencia ha sido entre los trabajadores. Pero no para premiar a los mejores, sino para fomentar la división entre los que son iguales y promocionar a los que tienen menos escrúpulos, a los supervivientes.

Un sistema educativo enfocado a la producción, es un grave error. Fomentar la competitividad, formar a los estudiantes sólo en las necesidades de las empresas obviando conocimientos transversales, cultura general, arte, creatividad… sólo reproduce el modelo de una fábrica en los centros de estudio. Pero igual que Escuela de Batalla sólo busca crear soldados, la escuela actual no busca desarrollar Galileos, Newtons o Einsteins, personas completas, inquietas, capaces de cuestionar la realidad. Sino que busca desarrollar técnicos especializados en su área, supervivientes, intercambiables, pero ignorantes en todo lo demás.

Por cierto, daría para otra reflexión, pero el uso de realidad simulada, por ejemplo de videojuegos en la formación militar (y no sólo), es una gran reflexión de El juego de Ender. Desde los años 80 ha sido una práctica común. La polémica y la teoría conspirativa apareción muy pronto, sobre el uso que el ejército estadounidense le dio al arcade Battlezone. Pero en 2018, por ejemplo, se revelaba que el Ejército español destinaba cerca de medio millon de euros en licencias de Steel Beast.

La culpa y la redención

Más arriba señalaba que las dos ideas que recorrían todo el libro eran, por un lado, la justificación o no de un ataque preventivo. Pero, por otro lado, los sentimientos y remordimientos del propio Ender.

Según Card, Ender es el líder perfecto porque está a medio camino entre sus dos hermanos. No es un sociópata como Peter, pero no duda en usar la violencia cuándo así lo justifica la situación. Tiene empatía y sensibilidad, como Valentine, lo que le ayuda a agrupar seguidores, imprescindible para ser un líder, pero es disciplinado y enérgico y es capaz de matar a sangre fría.

No es casualidad que, cuando Peter y Valentine colaboran para crear a Locke y Demóstenes, logran ganarse a la mayoría e la opinión publica. Tampoco lo es que, con ese manto, Peter logre convertirse en hegemon. Por cierto, en un tiempo en que Internet era aún un sueño, Card anticipa el tremendo poder que cada vez más tendrán los «creadores de opinión» de las redes sociales y el ciberespacio. Si Hollywood encumbró a políticos, presidentes y gobernadores, la próxima generación elegirá a youtubers, twitteros e instagramers.

El lado de Valentine de Ender le hará, no obstante, cuestionar las acciones de su lado Peter. Su principal temor será convertirse en su hermano mayor. Y cuando el libro llega al desenlace de la guerra con los insectores, la culpa y el remordimiento dominan a Ender. Esos sentimientos le lanzarán a buscar una redención. ¿Puede un arrepentimiento sincero y una redención perdonar los actos más monstruosos posibles? Porque además el perdón tiene dos partes: el autoperdón, que nos perdonemos nosotros mismos, y el perdón de los demás.

Quizás en esta parte es cuando más se vislumbra la religiosidad de Card. La culpa, el remordimiento y la redención, son sentimientos muy cristianos, incluso para los mormones. Es curioso que, profundos hombres religiosos pregonen el remordimiento, la redención, poner la otra mejilla… pero normalmente lo pregonan para los otros, no para ellos mismos. Pero esta es otra historia. Yo, que no defiendo las ideas reaccionarias de Card, ya tengo bastante con saber que comprando sus libros, indirectamente estoy financiando instituciones antiabortistas, homófobas y racistas… Sin embargo, al menos El juego de Ender, o La voz de los muertos son libros que merecen la pena ser leídos. Entre tú y yo, siempre puedes descargarlos de Internet (sólo estos) o sacarlos de la biblioteca…

¿Y tú qué opinas de todo esto? ¿Has leído El juego de Ender? ¿Qué te pareció?


cubierta de El juego de Ender

Ficha del libro:

El juego de Ender

  • Autor: Orson Scott Card
  • Título original: Ender’s game
  • Fecha de publicación: 1985 (relato previo, 1977)
  • En España: B de Bolsillo, ISBN 9788490707890.
  • Traductor: José María Rodelgo
  • Premio Nébula a la mejor novela de 1985 y Hugo de 1986

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2 comentarios en «El juego de Ender, niños-soldado, culpa y competitividad»
  1. Excelente comentario, amigo; pero me sigue extrañando que se genere algún tipo de prejuicio contra los escritores por sus creencias o valores.
    La riqueza de la literatura radica en que es un reflejo del que escribe y que tiene resonancia en el lector.
    Yo no comparto muchos de los valores de Scott Gard, pero nunca abordé su obra calificando como bueno o malo lo que plantea.
    Más ruido me genera ese uso de imágenes de niños desnudos que parece gustar a Scott (vuelve a usarla con una niña en La voz de los muertos, si mal no recuerdo); pero nunca lo juzgaría por ello porque lo entiendo en el contexto en que está inmerso.
    El juego de Ender me pareció muy entretenido, radical, y, como tú, emparentado con la obra de Heinlein y de Haldeman; pero me gustó mucho más como prólogo a La voz de los muertos, que inicia una trilogía inigualable en la CF.
    Si tuviéramos que juzgar una obra por los puntos de vista que expone o los movimientos que apoya, ¿cuántas pasarían la cuenta?
    Un libro es bueno o malo en virtud a cómo está escrito, cómo desarrolla una idea, cómo evoluciona a sus personajes; no porque su autor use las ganancias para financiar tal o cual actividad.
    Si un libro es bueno, que el autor sea del Ku Klux Klan o de la Unicef, da exactamente lo mismo. Importa lo escrito y la calidad de una creación literaria.

    1. Gracias por transmitir tu opinión. Te animo a qué lo hagas en todas las entradas.
      Permíteme no estar de acuerdo contigo Mena. Por supuesto valoro la calidad de los libros, más allá de la ideología del escritor o del mensaje que transmite en el texto. En este caso, al menos los dos primeros libros de la saga de Ender tienen calidad literaria, no lo dudo.
      Pero, para mí la calidad literaria no lo es todo. Un libro me gusta no solo por su formal calidad literaria, sino también por lo que transmite, las ideas que evoca en mi cuando lo leo, y sí, la ideología que pregona. Veo la obra como un todo. Y, lamentandolo mucho, si el autor usa su obra para transmitir unas ideas con las que yo no colmulgo, evidentemente eso influirá en cómo veo la obra. Lo siento, para mí no todas las ideologías son igual de defendibles.

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