Sólo hace falta echar un vistazo a Thalassa para comprobar que Isaac Asimov es uno de mis escritores favoritos. Como a muchos amantes del género, es este autor el que me adentró de adolescente en la ciencia ficción. He escrito bastantes entradas sobre su obra, pero aún me quedan muchos grandes libros de los que hablar: Los propios dioses, Viaje alucinante, Némesis… Hoy quiero hablar de Anochecer.
Anochecer fue una exitosa novela corta escrita por Asimov en 1941. De hecho, en 1968 fue considerada por la organización de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de América como el mejor relato de ciencia ficción escrito antes del establecimiento de los premios Nebula. Pero yo no voy a hablar del relato, sino de la novela de 1990.
De relato a novela
Efectivante. Con Asimov en su lecho de muerte, Robert Silverberg asumió la tarea de ampliar el relato original a una novela. Silverberg, prolífico autor de ciencia ficción, es autor de entre otros muchos libros de Tiempo de cambios o Muero por dentro. Era amigo de Asimov y el genio revisó el trabajo y dio el visto bueno al resultado final.
La novela amplía el relato con una sección anterior con los hechos acaecidos previamente, muy interesante. Y una sección posterior, con los acontecimientos que suceden al relato. Quizás la parte más floja, en mi humilde opinión.
El «Anochecer» en Kalgash
¿Cómo se desarrollaría una civilización en un planeta muy similar a la Tierra, salvo por el «pequeño detalle» de que siempre es de día? Éste es el punto de partida de Anochecer. El planeta Kalgash forma parte de un sistema estelar compuesto por 6 soles, de tal manera que, en principio, siempre brilla al menos uno de los soles en el cielo del planeta.
Claro que la inexistencia de la noche, tal y como la conocemos nosotros, inevitablemente tiene que tener consecuencias en el desarrollo de la vida, y de la vida inteligente. Asimov y Silverberg no abordan las consecuencias químicas y biológicas que inevitablemente tendría la ausencia de noche. Pero sí entran en las consecuencias tecnológicas y psicológicas. ¡Una civilización donde siempre hay luz solar!
Antes de nada, señalar que ha habido fans del libro que se han embarcado en la tarea de comprobar la viabilidad de un sistema conformado por 6 soles. Desgraciadamente la conclusión a la que llegaron es que con los datos aportados en el texto, el sistema no es estable. Al menos, no todo el tiempo requerido para que se estableciera una civilización en el planeta. No obstante, ¡no pasa nada! Para Asimov lo importante no era la viabilidad real de tal sistema, sino el impacto que tendría en una sociedad inteligente la inexistencia de la noche… casi siempre. Así que asumamos la licencia literaria que supone un planeta iluminado por 6 soles.
La civilización en Kalgash
Si siempre luce un sol, no se pueden ver las estrellas.
En el libro describen que Kalgash tiene una luna, pero la detectaron muy tardíamente — para Asimov, la existencia de una luna es esencial para el desarrollo de la vida inteligente, como bien explica en Fundación y Tierra—. Lo cierto es que del cielo nocturno procede gran parte de nuestro conocimiento. No solo la astronomía. La geometría o la navegación están en deuda con las estrellas. La física, desde luego.
Nuestras propias creencias están marcadas por la luna y las estrellas. Y no me refiero a la astrología y el horóscopo, que desde luego han sido determinantes en nuestro sistema de creencias. Pensemos en el calendario (aun hay varios calendarios lunares en vigor). O en tantas obras artísticas inspiradas por la luna y las estrellas. Pensemos en nuestro lugar en el universo, lo importante que fue en nuestra propia conciencia saber que la Tierra no era el centro del universo. Que ni siquiera el sol es el centro del universo. Que nuestro astro rey es uno de entre muchos millones. Y ni siquiera especialmente grande o brillante.
En Kalgash no hay lunáticos. Ni existe el selenio. Ni la luna de miel. No hay marcianos. Ni hombres lobo. Los dioses antiguos no están representados en el cielo. Tampoco hay ni Semana santa, ni Ramadan. Si sus hembras menstrúan, a nadie se le ocurrirá vincular el período con los ciclos lunares. Y nadie pedirá deseos al ver estrellas fugaces…
Lo que sí sucederá
Por supuesto, ¡no seamos humano-céntricos! La civilización desarrollada en Kalgash tendrá interesantes diferencias con respecto a la nuestra. Y seguramente elementos, ideas, desarrollos mucho más avanzadas que la nuestra. Seguramente, por ejemplo, el uso de la energía solar en Kalgash habrá garantizado una fuente limpia y muy abundante de energía, en una sociedad que habita en casa con ventanales y que no necesitará, en general, luz eléctrica. Adiós a la combustión térmica o nuclear.
Asimov y Silverberg, por supuesto, no pueden, en las 400 páginas de Anochecer, describir todos los detalles de la civilización de Kalgash. Ni siquiera abordan cómo son los kalgashianos. Ellos se consideran así mismos humanos. No puede ser de otra manera. «humano» es un nombre creado por nosotros para definirnos. Cualquier sociedad alienígena dispondrá de un termino equivalente para referirse a ellos mismos, una traducción de humano en su idioma aunque la etimología sea distinta (humano significa procedente de la tierra, del barro).
Desde luego, todos los seres vivos estarán adaptados a vivir en un planeta donde siempre es de día. Los ciclos de sueño, la vista, la radiación ultravioleta, la melanina…
La psicología de la oscuridad
Pero Asimov, que el mismo sufría una fobia, en su caso agorafobia, le interesa por encima de todo, los efectos psicológicos que puede tener la inexistencia de la noche.
Así, los kalgashianos de Anochecer padecerán un tipo brutal de nictofobia. Un miedo irracional, primitivo, a la ausencia de luz, la noche y la oscuridad. Hasta el punto de llevar al kalgashiano a enloquecer.
Pero no será una nictofobia como la nuestra, la terrestre, en la que tras el miedo a la oscuridad están reflejados los peligros que asociamos a la oscuridad: Monstruos, ataques, muerte… En Kalgash es un miedo a la oscuridad en si misma. Por desconocida, por alienígena. Por ser la noche algo ajeno por completo a la experiencia de los seres vivos de este planeta.
Evidentemente, el que no haya noche no implica que pueda haber oscuridad. Cuevas naturales suficientemente profundas o construcciones artificiales. La novela también abordará este frente. Oscuridad en la forma de pasatiempo de terror.
La arqueología del pasado
Mucho antes de Indiana Jones, la arqueología ya era una ciencia muy vinculada a las aventuras y al descubrimiento de civilizaciones perdidas. Sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX. El descubrimiento de Troya por Schliemann en 1873, el palacio de Knosos por Evans en 1900 o el de la tumba de Tutankamon por Carter en 1923 avivaron la imaginación de toda una generación.
La civilización hitita, por ejemplo, mencionada en la Biblia pero completamente desaparecida, se demuestra real gracias al trabajo de los arqueólogos. Asirios, babilonios, sumerios… también salen a la luz. Hay numerosos ejemplos. Fue una época dorada de grandes descubrimientos, aunque las técnicas poco ortodoxas que utilizaban estos aventureros provocaron destrozos irreparables. Algunas expediciones no se diferenciaban de la incursión de saqueadores. Por supuesto, otros profesionales sentaron las bases de una arqueología realmente científica.
Actualmente, quitando algunos descubrimientos puntuales, no hay grandes titulares sobre arqueología, aunque cada día hay nuevos hallazgos que nos ayudan a interpretar la historia y a corregir nuestra comprensión de épocas pasadas. Desde luego, el actual trabajo de arqueólogo no tiene nada que ver con Indiana Jones y es más un trabajo de hormiguita, clasificando y documentando miles de restos y fragmentos. La falta de recursos, de interés o los intereses inmobiliarios son grandes enemigos de esta ciencia imprescindible para conocer nuestro pasado.
¿Una civilización anterior al crepúsculo?
Comento todo esto porque en Anochecer la arqueología juega un papel muy importante. Completamente vinculada a esa visión romántica de finales del siglo XIX: Arqueólogos que hacen grandes hallazgos que transforman por completo nuestra visión de la historia. Capaces de descubrir civilizaciones perdidas que nos precedieron.
Aún a día de hoy, hay mucha gente que cree que antes de nuestra actual civilización, antes de los sumerios y egipcios, floreció una civilización tecnológica hoy desaparecida. Una floreciente humanidad de la que los pueblos antes mencionados no dejaron de ser sus pálidos pupilos. Estos mitos están presentes en toda la historia de la humanidad, la época de los dioses, la edad dorada, la Atlántida… también en la ciencia ficción, como en Galáctica con la llegada de los supervivientes de las 12 colonias.
Desde luego, no hay pruebas científicas de que tal civilización dorada existiera. Pero son mitos recurrentes porque en cada época nos hemos centrado en señalar los aspectos negativos de nuestra sociedad, siempre idealizando períodos pasado en los que podría creerse que la vida era mejor. En la época clásica de los griegos y romanos, se idealizaba una época pasada sin terratenientes esclavistas ni hipotecas y deudas, con honor gentilicio en vez de traiciones monetarias, heroísmo y no villanía. Nosotros mismos a veces idealizamos un pasado campesino, rupestre, sin el estrés laboral ni polución medioambiental, más sencillo. Por no hablar de los «nostálgicos» reaccionarios del pasado, aunque eso es harina de otro costal. Si lo pensamos fríamente no es así. El pasado no fue mejor, aunque pensemos que el futuro que estamos preparando sea un desastre.
El legado del conocimiento en Anochecer
El nudo gordiano de Anochecer es, realmente, el legado del conocimiento y de la cultura ante un cataclismo inevitable. Todo lo demás sirve para poner en cima de la mesa esta gran preocupación de Asimov. Aunque el escritor y científico era 100% optimista sobre el futuro de la humanidad conocía los riesgos presentes en su época. No es casualidad que Anochecer se escribiera originalmente en plena segunda guerra mundial.
Además, Asimov no sólo era un científico y brillante escritor de ciencia ficción. También era un gran estudioso y conocedor de la historia. No sólo escribiría didácticos libros de historia, sino que muchas de sus novelas tomarían tramas históricas llevadas a un lejano futuro. Ya hemos hablado en nuestro blog de las analogías entre la caída del Imperio romano y la trama de la Fundación, o el papel de la Iglesia católica en el medievo. Anochecer rescata parte de estas ideas.
Los científicos, en Anochecer, tratarán de evitar que en Kalgash la historia se repita. Quieren que el pasado se recuerde sobre criterios científicos, para así ayudar a las futuras generaciones a estar más preparados, a evitar repetir los mismos errores. Frente a ellos está la religión, el misticismo, la leyenda. Lo único que ha llegado de anteriores catástrofes, precisamente por la profundidad de la brecha abierta, han sido salmos religiosos, profecías y mitos. ¿Pero ha sido realmente así?
Imperio romano, cristianismo y medievo
El papel de la Iglesia católica preservando parte de la cultura grecorromana es innegable. La descomposición social, económica y política del Imperio romano a partir del siglo III trajo consigo una etapa histórica muy distinta a la protagonizada por el helenismo mediterráneo. El apogeo del cristianismo fue uno de los efectos (y a su vez causa) de la evolución de ese helenismo hacia el modelo social de la Antigüedad tardía, germen del feudalismo medieval. Una nueva visión del mundo teocéntrica; decadencia de las artes y de las ciencias; fanatismo religioso; una sociedad cada vez más ruralizada, más autárquica. Las ciudades, y por tanto el comercio, las artes y las ciencias, no se recuperarían en Europa hasta el siglo X. Y en ese período, el «saber» sólo se conservó en los monasterios.
Sin ese conocimiento preservado no se puede entender la recuperación de Europa y el inicio de nuestra actual civilización. Nacida más en los burgos medievales que en las polis clásicas. Pero tampoco magnifiquemos el papel de la Iglesia. Todo el conocimiento clásico tuvo que adaptarse al limitado prisma del dogma cristiano. A algunas figuras como Aristóteles las domesticaron hasta convertirlas en sombras de lo que realmente habían sido. Otros conocimientos sencillamente fueron censurados, interpolados o directamente destruidos.
No hubiéramos podido tener un Renacimiento como el que vivimos sólo con el conocimiento de los monasterios. Sin el Imperio romano oriental y, sobre todo, sin los árabes, Europa nunca se hubiera podido elevar del pozo bárbaro a la que los gobernantes y terratenientes romanos —y sus sucesores— la llevaron, hasta convertirse en el faro del mundo.
¿Pero se podía haber conservado más cultura clásica? La descomposición social del mundo grecorromano era inevitable. La sociedad clásica tenía en su ADN los gérmenes de su inevitable decadencia: esclavismo, aborrecimiento del trabajo manual, desinterés por la tecnología productiva, abandono de la filosofía natural por la ética y la filosofía social y humana, desesperación y búsqueda mística entre los desheredados… Ninguna fuerza social podía impulsar un cambio socioeconómico capaz de evitar la Antigüedad tardía y los primeros siglos del medievo. Ni la revuelta de Espartaco podía ser equivalente a la toma de la Bastilla, ni el orden ecuestre romano podía jugar el papel de los jacobinos franceses.
¿Ante un colapso actual?
Soy optimista por convicción. Creo firmemente que la humanidad logrará resolver los graves conflictos y problemas que pueden destruir la vida en la Tierra. Pero como todo humano, mis convicciones a veces flaquean. Este verano hemos visto, un año más, como los glaciares del Ártico se derriten, algunos para siempre. Hemos sufrido más incendios, y no sólo en el Amazonas, donde se produce el 20% del oxigeno del planeta. El calentamiento global parece cada vez más inevitable. La guerra comercial se ha intensificado y una posible nueva crisis económica es más posible que nunca. La pobreza en el mundo no deja de crecer, la desesperación lleva a mucha gente a arriesgar su vida en viajes suicidas en busca de una mínima esperanza…
Ante este panorama, es normal que el ciberpunk sea el subgénero de ciencia-ficción aún más extendido y que otros tendencias más humanistas, como la que representaba Asimov sean hoy en día minoritarias. Un futuro gris, con la humanidad sumida en la barbarie y el caos, el desastre medioambiental y el horror tecnológico. Esta desesperanza actual inevitablemente se tendrá que expresar en un movimiento masivo ideológico.
El cristianismo prosperó en el siglo III y IV porque la sociedad romana estaba en un callejón sin salida. Crecía la desesperanza, no había ilusión en un paraíso en la Tierra, así que las masas buscaron el único que creían posible en el Más Allá. Las ideologías de finales del siglo XVIII y principios del XIX, la democracia radical, el republicanismo, el socialismo, anarquismo y comunismo, también nacieron de la desesperanza, pero una desesperanza no canalizada por los sacerdotes, sino por hombres de ciencia y filósofos humanistas que creían que se podía construir una nueva sociedad. ¿Qué sucederá ahora?
¿Y tú opinas de todo esto? ¿Has leído Anochecer? ¿Qué te pareció?
Ficha del libro:
Anochecer
- Autores: Isaac Asimov & Robert Silverberg
- Título original: Nightfall
- Fecha del relato original: 1941
- Fecha de publicación: 1990
- En España: Debolsillo, ISBN 9788497934367.